Podría ser cualquier parte.
Los extraños, a contraluz, congelados por un instante frente a un edificio cuyos colores y formas funcionan especialmente con el algoritmo. Por otro lado, las fotografías de influencers dando la espalda a la cámara, absortos en la contemplación del paisaje sublime ante el que se encuentran. La estética del capital tiende a borrar la diferencia, o a celebrar sólo la diferencia banal. Su influencia se extiende más allá de la pantalla, reconfigurando el espacio social a su imagen. Nunca más, en ninguna parte, dejará de sentirse en casa.